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Internacionalización ¿Una ayuda o una amenaza?

Gisela Da Silva Guevara,  docente investigadora externadista del Observatorio de Sistemas Internacionales (OASIS) ha hecho una profunda investigación en lo que es el fenómeno de internacionalización del Amazonas que ha decidido compartir con este medio. 

 

La Amazonia. El bosque tropical más grande del mundo, famoso por su biodiversidad en cuanto a flora, fauna, clima y tribus indígenas a lo largo de todo el territorio pan-amazónico, se ha visto sumido en un arduo debate sobre los límites de la soberanía nacional y la protección del medioambiente a nivel global. 

 

Pues este territorio es una parte clave en la lucha contra el cambio climático y es compartido por 8 países, la mayor parte de este en Brasil, con un 68%, seguido de Perú, Bolivia,  Venezuela, Ecuador, Guayana Francesa, Surinam y, por último, Colombia.

 

Ahora, no es difícil darse cuenta que el Amazonas es un vasto territorio riquísimo en recursos naturales y que también, en lo más reciente, está en peligro. Incendios y deforestación son de suma preocupación a nivel mundial, que ha tenido a Brasil en la mira desde hace varios años, pues el país tiene soberanía sobre más de la mitad del territorio. Así mismo se ha presentado al país como un “gran villano” que violaba políticas de sostenibilidad de la Amazonía. Pero el Derecho Internacional ambiental establece dos principios; el de soberanía y el de responsabilidad, como tal, el principio 21 de la Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano de 1972 señala “Los Estados tienen el derecho soberano de explotar sus propios recursos (…) y la obligación de asegurar que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción no perjudiquen al medio de otros Estados o de zonas situadas fuera de toda jurisdicción nacional”.

 

La geógrafa Bertha Becker, citada por Gisela Da Silva Guevara en su artículo “Intervencionismo Y Medio Ambiente: El Caso De La Amazonía Brasileña”, señala que en la Amazonía se ha dado un “proceso de mercantilización de la naturaleza” en el cual se presentaba como un espacio de nuevas oportunidades económicas y sociales, como el suministrar caucho a los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

 

La mercantilización de este vasto territorio se convirtió en una gran preocupación al surgir la problemática ambiental, pues a pesar de que la administración de bolsonaro no haya retirado al país de los Acuerdos de París en contra del cambio climático, sí se ha alejado de su cumplimiento. De manera que países poderosos como Inglaterra, Estados Unidos o Francia buscaron una forma de intervenir en este.  Da Silva escribe, “de hecho, en 1983 Margaret Tatcher proponía en el G-7, la venta del territorio amazónico, a cambio de que se perdonase la deuda de naciones sudamericanas. A finales de los ochenta, el presidente François Mitterrand sugería la “soberanía relativa” de la Amazonía (Teixeira da Silva, 2008)”. 

 

Ante este tipo de avances por parte de países extranjeros, Brasil ve su soberanía sobre el territorio en riesgo y decide pasarse a una posición ofensiva al ser más activo la toma de decisiones sobre el territorio a nivel internacional, como, por ejemplo, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la cual tendría lugar en 1992, en Río de Janeiro. También, en el año 2004 Brasil vehementemente rechazó la creación de una Organización Mundial para el Medio Ambiente propuesta por Francia, ya que lo consideraba como una tentativa de los países desarrollados en avanzar sus intereses económicos y ambientales al aprovechar los recursos naturales del territorio. 

 

Brasil se ha opuesto con firmeza a una serie de iniciativas de conservación y recuperación del territorio amazónico por parte de los países del Norte debido a que, como me señala Da Silva, “se percibía que cualquier presencia extranjera en la Amazonía podría significar la pérdida de la soberanía en esta”. Pues la internacionalización de la Amazonía es una cuestión con raíces históricas que remonta hasta los roces de las Coronas portuguesa y española. Desde el siglo XX, la presencia extranjera comenzó a ser percibida como sinónimo de codicia internacional respecto a la riqueza del territorio, de hecho, esta línea de pensamiento Da Silva la señala claramente desde Getulio Vargas hasta Bolsonaro, el no proteger la Amazonía significaría volver al país vulnerable a agresiones externas.

 

“La internacionalización de la selva fue considerada como sinónimo de neocolonialismo y, por ende, vista como persiguiendo objetivos de explotación de recursos y no de protección de la selva”, cuenta Da Silva. Para gobiernos de tintes ideológicos como los de Lula da Silva y Bolsonaro, las propuestas de potencias extranjeras sobre una co-administración de la Amazonía son vistas como el arrebato de la soberanía sobre el territorio amazónico que está, en su mayoría, en Brasil. Esto se puede evidenciar con la complicada relación entre el presidente brasileño Jair Bolsonaro con su semejante, el presidente Emmanuel Macron debido a la propuesta de que se reciba apoyo económico por parte del G7 para frenar los incendios en el territorio que Macron percibía como una crisis internacional. Ante esta oferta, Bolsonaro anunció que no aceptaría el dinero si Macron no se disculpaba por tratar a Brasil como “una colonia o una tierra de nadie”. 

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Dato:

 

La administración de Bolsonaro ha expresado oposición a políticas climáticas y ha aprobado iniciativas a favor de la deforestación. Como también sus últimas reformas han debilitado a la participación civil en contra del cambio climático, como los grupos proambientales que buscan implementar políticas públicas a favor de la conservación del territorio. Y, adicional a eso, ha recortado el 95% del presupuesto del ministerio del Medio Ambiente. Es entonces que se puede observar una clara prioridad del país en cuanto a las oportunidades que representan los recursos amazónicos para la economía frente a su protección, dejando a la comunidad internacional con preocupaciones alarmantes.

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